España es una de las zonas más soleadas de Europa.
La cantidad de horas de sol es variable en nuestra geografía, desde las menos soleadas como Galicia, Cantábrico y alto Ebro con 1.600 a 2.000 horas de sol al año hasta las más de 3.000 en Badajoz, Sevilla, Almería y Alicante.
Estamos situados en un rango intermedio de insolación a nivel mundial, teniendo en cuenta que los extremos se sitúan en 840 horas anuales de sol en Tórshavn, en las atlánticas Islas Feroe hasta más de 4.000 en Yuma, Arizona.
La luz ultravioleta (UV) del sol, tanto A como B, es un factor de riesgo para cáncer de piel bien conocido.
En el momento actual hay pocas dudas de la asociación entre exposición al sol y aparición de melanoma. Esto es más cierto si la exposición es reiterada y prolongada. También es más frecuente en las personas que sufrieron reiteradas quemaduras solares en la niñez.
Hay datos que permiten afirmar que la incidencia de melanoma, el cáncer de piel más peligroso por su capacidad de metastatizar, se asocia con un mayor índice de radiaciones ultravioletas (UV) y una latitud más baja. Pero esto solo se ha demostrado en personas blancas no hispanas y no en población negra o hispana. Por tanto, la mayor parte de nuestra población española si tiene un mayor riesgo de desarrollar melanoma si se somete a las radiaciones ultravioletas del sol.
En el caso de los cánceres de piel no melanoma (carcinoma basocelular y espinocelular), se puede afirmar que es la acumulación de las horas de exposición solar la que aumenta la incidencia en las zonas de piel expuestas como la cara, dorso de las manos y los antebrazos.
Algo similar ocurre con las camas de bronceado con rayos UVA. Se ha relacionado con melanoma de piel y melanoma ocular y desde 2009, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud ha clasificado la luz ultravioleta emitida por las camas de bronceado como carcinógeno humano.
Además, el riesgo de melanoma es mucho mayor en los individuos de piel clara, ojos azules, rubios o pelirrojos, con pecas y que no se broncean fácilmente. La evitación de factores como la exposición solar en esta población es aún más imprescindible.
Hemos de aprender de las políticas que han desarrollado los países con altos niveles de horas de sol al año como Australia, en la que son obligatorios los programas de evitación solar y protección de la piel frente a los rayos UV a nivel escolar, laboral y en general en las actividades de la vida diaria.
Se han alcanzado logros muy importantes en la reducción de la aparición de melanoma mediante la legislación de protección de las personas frente al sol y las restricciones al uso de las camas de bronceado, que deberían ser evitadas a toda costa.
Además de la evitación del sol (muy importante), la protección también lo es, como usar cremas con un factor de protección solar (SPF) de 15 para el uso diario y al menos SPF 30 para la exposición solar intensa; estas cremas deben aplicarse al menos 15 minutos antes de la exposición solar, de manera generosa y repetitiva, al menos cada 2 horas y siempre después del baño o si hay sudoración abundante.
También ayuda a la protección el uso de sombreros, gafas de sol y ropa protectora contra el sol (las hay con factor de protección entre 15 y 50).
En las horas de máxima insolación, entre las 10 de la mañana y las 4 de la tarde lo mejor es estar a la sombra.
Hay que tener especial precaución cuando se está cerca del agua, de la nieve o de la arena porque el efecto de las radiaciones UV es mayor y más dañino.
Las medidas de evitación y protección del sol deben ser integradas en las conductas de las personas, deben ser constantes, debe ser una actitud frente al riesgo oncológico del sol. A este propósito debería haber una acción coordinada y sostenida en la que los medios de comunicación, los sanitarios, educadores y padres, mediante campañas estables de información, contribuyan a la educación sanitaria para disminuir el riesgo de cáncer de piel asociado a la exposición de los rayos UV tanto por el sol como por los medios artificiales de bronceado.
Dr. Javier Román.
Oncólogo. Presidente de la Fundación Oncoyuda